Formentera cuenta con grandes atractivos, y los amantes del turismo rural descubrirán muchos de ellos a través de sus reservas naturales, sus posibilidades de turismo activo, construcciones típicas y mucho más. La isla es un destino ideal para disfrutarla en familia.
Viajar a Formentera con nuestros hijos es una gran idea si buscamos pasar unos días memorables. Descubriremos tesoros como una típica construcción isleña enclavada en la Reserva Natural de Ses Salines, una casita rural en el campo o un alojamiento en cualquiera de sus seis pueblos.
Enorme en experiencias
Una isla casi de bolsillo, pequeña en dimensiones pero grande, enorme, en experiencias. Así es Formentera, la cuarta isla en extensión y población del archipiélago balear después de Mallorca, Menorca e Ibiza. La menor de las Pitusas, nombre con el que las bautizaron los griegos y que significa ‘islas cubiertas de pinos’, es el escenario perfecto para disfrutar de unas vacaciones o una escapada en familia.
La Savina, al noroeste, es la puerta de entrada marítima, donde podremos alquilar bicicletas y motos o contratar actividades náuticas. Es Pujols, en la costa norte, concentra la mayor oferta hotelera y de ocio nocturno. Es Caló, en la costa este, conserva su esencia de aldea de pescadores. El Pilar de la Mola, en el extremo este y zona más elevada de la isla (aunque sean solo 192 metros de altitud), destila pura bohemia, y su mercadillo artesanal (los miércoles y domingos tarde, de mayo a octubre) es una de las citas indispensables, una especie de rastrillo donde encontrar un poco de todo, y con el aliciente de estar ambientado con música en vivo.
Ya en el interior, Sant Ferran es un coqueto cruce de caminos que en los años setenta dio cobijo a bohemios e hippies. Y, por último, Sant Francesc es el corazón rural de Formentera y su capital, con un pequeño casco antiguo en el que destaca la plaza de la iglesia, un curioso templo religioso con apariencia de fortaleza.
Un entorno que atrapa
Formentera tiene una particularidad que la hace muy asequible para practicar actividades al aire libre: es prácticamente llana, lo que facilita mucho las cosas si viajamos con niños. Apenas cuenta con dos elevaciones rodeadas ambas de acantilados: el Cap de Babaria, al suroeste, y la meseta de la Mola, al este.
Dada esta circunstancia, nos será muy agradable recorrer la isla a pie, en bicicleta o practicando nordic walking, con bastones. Lo mejor es afrontar cualquiera de sus 32 rutas verdes, que suman más de un centenar de kilómetros de caminos entrelazados en los que admirar ese paisaje tan peculiar de sabinas retorcidas por el viento, dunas de arena o matorrales que cobijan a una fauna endémica.
Nuestras caminatas se verán enriquecidas por el fabuloso entorno que iremos recorriendo. El salvaje paisaje que atrapa y cautiva a quienes se dejan tentar por Formentera contiene grandes sorpresas que hacen aún más interesante si cabe brujulear por los 83,2 km2 de esta isla balear; y más en concreto por los 69 kms de su litoral.
Sus torres de defensa
En un paisaje impregnado por sus bosques de pinos y sabinas y también de zonas dunares, nos salen al paso las torres de defensa de la época de la piratería, que seguro que despiertan gran curiosidad entre nuestros hijos. Aunque a mediados del siglo XIX dejaron de cumplir la misión por la que fueron creadas –vigilar y proteger la isla– su presencia no pasa desapercibida para quienes recorren el litoral, por tierra y por mar.
Torre de sa Gavina. Situada al noroeste de la isla, entre Can Marroig –donde se encuentra en Centro de Interpretación del Parc Natural de Ses Salines– y cala Saona, era la encargada de proteger la zona de poniente y, en especial, los accesos al puerto de La Savina, puerta de entrada a la isla. Edificada en dos niveles, fue restaurada en 2008. Debe su nombre a que, a todas horas del día, se puede ver revolotear gaviotas.
Torre des Garroveret. Ubicada en la zona suroeste, a 2 kms del faro y Cap de Barbaria. Una construcción de 9 metros de altura, a de 65 metros del nivel de mar, que contaba con dos plantas y un cañón defensivo procedente de la iglesia de Sant Francesc. En 1824 fue desartilllada pasando a ser únicamente torre de defensa.
Torre des Pi des Català. En el sur, a mitad de la playa de Migjorn, la más larga de Formentera con sus 5 kms divididos en calas por zonas rocosas. Su altura es de 23 metros y es la única de las cinco que –tras ser restaurada en 2016– permite visitar su interior. Está dividida en tres niveles y el acceso a ella se realiza por la segunda planta, pues en la primera acogía un polvorín. A su plataforma superior, con bellas vistas, se asciende por una escalera de caracol. La entrada es gratuita pero debe solicitarse cita previa por email a: patrimoni@conselldeformentera.cat. Los sábados tiene horario de visitas de 10.00 a 13.00 h.
Torre de Punta Prima. Al norte, junto a la población de Es Pujols. Su estratégica ubicación permitía vigilar el paso de los barcos entre el altiplano Mola –la zona más elevada de Formentera, a 192 metros sobre el nivel del mar– e Ibiza. Desde ella hay unas espectaculares vistas panóramicas de la mayor de las Pitiusas y los acantilados de la Mola.
Torre de sa Guardiola. La única que no fue erigida en Formentera sino en el islote de s‘Espalmador, a 27 metros sobre el nivel del mar. Consta de dos plantas, la principal de las cuales estaba destinada al alojamiento de los vigilantes. Esta torre fue restaurada en 1993.
Molinos harineros
En nuestro recorrido por la isla, descubriremos que no solo La Mancha castellana puede presumir de molinos de viento. Formentera también luce con orgullo seis de ellos. Los molinos de viento harineros, de torre cilíndrica y seis aspas, están vinculados a la tradición agrícola del trigo, y llegaron a funcionar hasta siete de ellos: Molí Vell y Molí d’en Botigues, en La Mola; Molí d’en Teuet y Molí de ses Roques, cerca de Sant Ferran; Molí d’en Mateu y Molí d’en Jeroni, junto a Sant Francesc; y el desaparecido Molí d’en Simon, en Cabo de Barbaria.
A su valor arquitectónico, se une la importancia que tuvieron en la historia viva de Formentera para la obtención de la harina, producto esencial en la elaboración del pan. Y para ello era imprescindible moler los granos de trigo. Primero, de forma casi minimalista, con los llamados ‘molinos de sangre’, traccionados por animales que daban vueltas alrededor de una muela.
Pero fue en el siglo XVIII cuando empezaron a construirse otros de mayores dimensiones y un complejo sistema interior basado en la fuerza del viento que movía sus aspas externas. De forma cilíndrica y techo cónico, estos molinos de viento estaban divididos en tres plantas: la superior, con los engranajes; la central, donde se obtenía la harina; y planta baja, que era el almacén. Entre ese siglo y el posterior llegaron a alzarse siete, de los que uno de ellos ya desapareció: el Molí d’en Simon, en Es Cap de Barbaria. Pero aun quedan seis.
En las proximidades de Sant Francesc, la capital insular, hay dos, los llamados ‘molinos de la Miranda’: el Molí d’en Mateu, cerca de la iglesia; y el Molí d’en Jeroni. Construidos ambos en el siglo XIX, dejaron de funcionar en los años 50 del siglo XX. Cerca de Sant Ferran pueden admirarse otros dos: el Molí d’en Teuet (1773), primero del que se tiene constancia documental, que dejó de moler en 1964; y el Molí de ses Roques (1797), sin funcionamiento desde 1936, que hoy día está integrado en una vivienda.
Los otros dos restantes están en la zona de la Mola. Uno es el Molí d’en Botigues, de finales del siglo XIX, que molió hasta mediados del siglo XX. Y el otro es el más bello y mejor conservado de la isla: el Molí Vell de la Mola. Ubicado a las afueras de El Pilar de la Mola, rumbo hacia el faro, es el único de los seis que puede visitarse, gratuitamente, en su interior (todos los días, excepto el domingo, de 10:00 a 13:00). Construido en 1778, está declarado Bien de Interés Cultural tras ser rehabilitado totalmente, incluido su mecanismo tradicional, por lo que puede admirarse su fabuloso engranaje.
Un séptimo molino, de gran importancia
A estos seis molinos de viento –ahora inactivos, puramente de interés patrimonial– se les unirá pronto un séptimo, recién adquirido por la Cooperativa del Campo, que lleva seis años reactivando el sector agrícola de la isla, y que se ubicará en el Polígono Industrial situado entre La Savina y Sant Francesc. Con él se pretende que el trigo, que aún sigue siendo cultivo esencial de la isla, sirva para convertir el grano local en ‘harina de xeixa’, fruto de un cultivo artesanal y milenario del trigo, y logre obtener la certificación DOC. De este modo, podría pasar a formar parte de los productos de proximidad que ponen en valor la gastronomía de Formentera; una isla que apuesta por el respeto al medio ambiente y la sostenibilidad, enmarcadas culinariamente en el ‘slow food’. La ‘isla del trigo’ volverá así a revitalizarse.